Hasta ahora, como desde hace más de veinte años, los productores locales venden las verduras y hortalizas a los intermediarios que llegan al lugar en camiones y llevan el producto a los mercados de las grandes ciudades, y son ellos los que manejan los precios, según las demandas existentes. En muy pocos casos, casi nulos, es el productor el que pone el precio.
Este tema es una problemática que tiene mayor incidencia cuando los números no llegan a cubrir los gastos y necesidades de cada uno de los agricultores, como por ejemplo para esta temporada aquellos que no poseen tierras, un alto porcentaje de productores agrícolas, deben abonar la suma de cinco mil pesos por año la hectárea de tierra en zonas alejadas de las tomas de agua de riego, y más de siete mil pesos la hectárea por año de aquellas tierras que se encuentran en el paraje de San Pedrito, lugar de excelencia para los agricultores por la cantidad de agua que poseen y por la facilidad de ingreso de los intermediarios.
A ese costo deben sumarles los egresos por insumos, como abonos químicos, pagan 130 pesos la bolsa de cincuenta kilos, 40 pesos los ¾ de ciné (químico que impide el ingreso de plagas a la cosecha), 250 pesos la camionada de abono de pollo y entre cuarenta y cincuenta pesos el jornal de cada peón rural. Por las cantidades que venden son costos que se cubrirían en una remesa, como ellos lo denominan a la venta de una parcela de verdura u hortaliza, pero son apenas cubiertos porque reciben muy pocos ingresos con la venta de sus productos agrícolas.
Este negocio se da debido a que los agricultores no están asociados ni organizados. Esto arroja la inexistencia de un mercado manejado por una cooperativa local o una comisión de productores que haga valer sus mercaderías.
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